Quizás hayas oído hablar en diferentes ocasiones del kéfir, pero no sabes exactamente qué es, para que se usa, por qué se toma o cómo conseguirlo.
¿Qué es el kéfir?
El kéfir es un yogur de origen caucásico, aunque se suele decir que proviene de Bulgaria, es lo que se denomina como producto lácteo fermentado gracias a hongos y bacterias. Su apariencia es muy similar a la de la coliflor. Y es además, uno de los productos lácteos más antiguos, consumidos desde hace miles de años, Marco Polo ya hablaba del kéfir en sus relatos.
La diferencia que existe con la leche es la forma de fermentación, ya que la fermentación del kéfir se hace mediante una reacción lacto-alcohólica que produce anhídrico carbónico y alcohol.
Los microorganismos más importantes que se encuentran en el kéfir son el lactobacillus acidophilus y la levadura saccharomyces kefir.
Aunque hay dos tipos de kéfir, el de leche y el de agua, nos vamos a referir al de leche, que es el más habitual.
El kéfir se suele conseguir a través de conocidos, cuando tienen un excedente, y siempre se ha hecho en cadena, de forma gratuita, al crecer a un ritmo bastante importante, para evitar que el sabor sea demasiado ácido, se ha ido regalando, pasando así de unas manos a otras.
¿Cómo preparar el kéfir?
Para preparar el kéfir hay que introducir los nódulos del kéfir (recordemos que tiene aspecto de coliflor) en un recipiente de cristal, junto al kéfir añadimos la leche, en proporción de tres cucharadas de kéfir un litro de leche, y lo cerramos herméticamente durante un día a temperatura ambiente.
Es importante que dejemos un tercio del recipiente vacío, ya que al fermentarse produce una presión de gas que va aumentando conforme la temperatura sube.
El líquido que ha generado transcurrido ese tiempo lo tenemos que colar, y para conseguir más liquido o llamémosle yogur, hay que lavar el recipiente de cristal y cada cuatro días hay que lavar el kéfir (los nódulos) con agua fría. Y empezamos de nuevo la preparación. Según como queramos la textura del yogur de kéfir añadiremos más o menos leche, a más leche, más líquido resultará el kéfir.
Es mejor usar leche pasteurizada o fresca que UHT, mejor entera que light o semi light, ya que puede deteriorar el kéfir.
El yogur resultante tiene una cantidad mínima de alcohol, menos del 1%. Su sabor es algo más ácido que el del yogur, pero lo podemos endulzar con azúcar. Importante no añadirle miel, ya que esta puede reducir la cantidad microbiana del kéfir y de este modo disminuir sus propiedades.
Aportes nutricionales del kéfir
Dependiendo de la calidad de la leche así se serán los aportes nutricionales del kéfir.
Estos son algunos de los minerales que nos aporta, sobre todo, fósforo, calcio y magnesio. En cuanto a las vitaminas, especialmente del grupo B, B, B5, B9 y B12, también vitamina K, además de proteínas de fácil digestión y aminoácidos esenciales.
Los beneficios para la salud del kéfir
Aunque generalmente el kéfir se asocia a la regeneración de la flora intestinal y la actividad probiótica, también ayuda en la digestión, acaba con los problemas de estreñimiento y se usa también para la colitis ulcerosa.
El kéfir está envuelto en polisacárido gelatinoso denominado kefirán, cuyos beneficios son principalmente que las actividades cicatrizantes, antitumoral u antimicrobiana.
Gracias a su aporte en vitamina B ayuda a regular los sistemas renal, hepático y nervioso.
Con respecto al sistema renal ayuda a la disolución de piedras en vesícula y cálculos renales.
Con respecto al sistema nervioso, ayuda a mejorar la atención y concentración, ayuda a quienes padecen el trastornos de déficit de atención con hiperactividad, también es beneficioso para los trastornos del sueño y para los tratamientos de depresión.
Gracias a su regeneración de la flora intestinal y limpieza gastrointestinal a parte de mejorar los procesos de digestión, también ayuda en las gastritis, úlceras, pancreatitis y tanto en la prevención del cáncer de colón como en su tratamiento.
Ayuda a reducir las flatulencias, y a reducir los niveles de colesterol.
Cómo conservar el kéfir
Puede que debido a que nos vamos de vacaciones o que no nos apetece tomar kéfir durante una temporada, al tener que conservarse en leche, hay otras alternativas para su conservación;
Si lo introducimos en la nevera a una temperatura de 4°C en leche fresca, nos puede aguantar hasta 14 días.
Otra manera de conservarlo en la nevera es con agua no clorada y azúcar, nos puede durar de 8 a 10 días (no olvidar limpiar con agua antes de introducirlo con el azúcar y el agua no clorada). La pequeña desventaja es que para reactivarse de nuevo, necesitará estar en leche fresca de dos a tres días.
Hay quienes se preguntan si se puede congelar, la respuesta es sí. Se puede meter en una bolsa de congelar o en un tupper. Cuando lo vayamos a usar de nuevo, dejaremos el kéfir con la leche durante unos tres días, y una vez pasados estos días, tiraremos el primer líquido de kéfir. Congelado puede durar mucho tiempo.
La otra manera de conservar el kéfir es deshidratándolo, es muy sencillo el proceso, lo limpiamos y lo dejamos sobre un trozo de papel de cocina en un sitio fresco, seco y aireado, cuando tenga aspecto cristalizado y no esté pegajoso, ya está preparado para que lo conservemos ya sea en un lugar fresco y seco, en el congelador o en la nevera. Para volver a hidratarlo hay que introducir el kéfir durante 2 semanas en leche y cada dos días vamos cambiando la leche, una vez pasado este tiempo, podemos preparar el kéfir de nuevo.
Precauciones con el kéfir
Hay que cuidar de forma adecuada siempre el kéfir para poder disfrutar de todos sus beneficios, pero si observas un cambio de color, olor o sabor, tendrás que deshacerte de él.