No es un debate nuevo el hablar sobre la conveniencia de sustituir las harinas refinadas por harinas integrales. Y este debate se refiere al impacto negativo que tiene sobre nuestra salud el consumo de productos que contienen harinas refinadas.
Por el contrario, las harinas integrales resultan ser bastante más nutritivas, ya que mantienen el grano y aquello que se aparta durante el refinado en las harinas refinadas.
Qué son las harinas refinadas
Un poco más arriba hemos comentado sobre el proceso de refinado de la harina, pero no hemos entrado muy a fondo. Pues bien, este proceso de refinado, lo que hace es procesar de forma industrial el cereal para quitar el grano entero, el salvado y casi la totalidad del germen.
Estas harinas son muy pobres en fibra, y esto las convierte en harinas fácilmente digestibles.
Se diferencian fácilmente a primera vista, pues estas resultan bastante blancas, y esto se debe a que su composición es básicamente almidón.
Uno de los usos dentro de la industria alimentaria que se da a este tipos de harinas refinadas es para la “fabricación” de postres, dulces, pastelería industrial.
A diferencia del cereal integral o que aun conserva su grano entero con germen y salvado, las harinas refinadas y sus derivados son muy pobres en fibra, poseen menos proteínas, menos vitaminas y también menos minerales y antioxidantes que los primeros ya que todos estos nutrientes se concentran en las partes retiradas durante el procesamiento industrial.
Qué son las harinas integrales
Llegados a este punto, parece más sencillo entender qué son las harinas integrales. Pues bien, estas harinas conservan el salvado y el grano entero con germen. Gracias a esto, conservan todas las proteínas, minerales, vitaminas, antioxidantes y por supuesto la fibra.
Con esto, queda bastante claro que son las harinas integrales las que debemos consumir y olvidarnos de consumir cualquier tipo de alimento procesado que lleve harinas refinadas.
Se puede decir que, las harinas refinadas se encuentran al mismo nivel de “no se deben comer” que el azúcar.
Recuerda que almidones, fécula y las mencionadas harinas refinadas deberían desaparecer de tu dieta diaria.
Razones para no tomar harinas refinadas
En primer lugar, y lo comentado más arriba, su aporte nutricional es mínimo.
Por su falta de fibra y su facilidad para ser digeridas, además de ser absorbidas rápidamente, hacen que se eleven los índices de glucemia muy rápido cuando se ingieren.
Esto supone que, si se consumen de forma habitual, los riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes u obesidad son muy elevados.
Sin embargo, en este caso, las harinas integrales son ricas en fibra y tienen un índice glulcémico bajo, así que al comer alimentos que las contengan, nos saciamos antes.
Vivir sin harinas refinadas, alternativas
No resulta nada difícil dejar de lado este tipo de harinas, ya que no nos aportan nada saludable, si no más bien lo contrario.
Parece obvio que un sustituto de ellas sean las harinas integrales de cebada, maíz, trigo, o incluso legumbres, pero hay más alternativas.
En muchos países el consumo de avena es bastante habitual, sobre todo en los desayunos, pues sacia mucho, su índice glucémico es muy bajo, sus aportes nutricionales son muy beneficiosos, y además tiene un precio bastante bajo.
Germen de avena, trigo y de otros cereales. Esta es la parte que concentra la mayor parte de las proteínas, además de otros aportes nutritivos muy importantes.
El salvado tiene un aporte muy importante de antioxidantes, fibra, vitaminas, minerales y proteínas. Es muy saludable y además su índice glucémico es bajo, de modo que nos hace saciarnos durante bastante tiempo.
Quinoa o amaranto son otros de los conocidos como seudecereales, pero su aporte en proteínas y fibra es alto, por no mencionar las vitaminas y los minerales que contienen. La mejor combinación que se puede hacer con estos es con legumbres.